Silencio, Scorsese dio la mano a la Iglesia catolica


Hace casi 30 años, que el director Martin Scorsese, dejaría aparcado por un instante, las historias que contaba sobre su querido New York, para adentrarse en las historias, basadas en los relatos bíblicos. Derrumbando de esa forma una figura intocable para la iglesia. Mostrando así sus múltiples debilidades, y como el propio Jesucristo no murió como un mártir en una cruz. A partir de los estragos que ocasionan los propios fanatismos. Este año regresa de nuevo con una historia, en la que se basa en las múltiples torturas, y asesinatos, que los japoneses budistas, llegaron hacer contra la etnia cristiana, allá por el siglo XVII.
No es el primer director, que llega a llevar las grandes pantallas, las historias de cómo asesinaban a los numerosos misioneros, ya sean en tierras africanas, o asiáticas; pero si lo hace con contundencia. Xavier Beauvois, en el 2010, estrenaría un film donde contaría la matanza que se hizo en un monasterio cristiano, situado en los Montes de Atlas en Argelia, a manos de un grupo de terroristas islámicos, en el 1996.

De esta forma, Martin Scorsese se viste de John Ford, a la hora de mostrar una crítica contra los extremos, pero de una forma mucho más visual, y menos explícita. Las imagines, y todo lo que ocurrió está ahí; pero no de la forma de enjuiciamiento, sino de la forma donde el propio espectador pueda llegar a sacar sus propias conclusiones.
“Silencio” lleva consigo misma una lección, una moraleja muy clara a través de la fe ciega, o de como los movimientos sociales, siempre han sido manejados por la creencia de un dios supremo. El cual, casi siempre, ha llegado a llevar a ser menos humano el ser humano. Como a través de las instituciones, han llegado a diezmar a una gran masa. A través de sacrificios, o torturas colectivas, para mostrar un claro ejemplo de lo que se debe llegar a hacer, como diría en España, “La letra con sangre entra”, en el film, se ve como el inquisidor le dice al sacerdote, que él no quiere hacer lo que está haciendo. Pero si no pone un claro castigo, la gente no pensara como ellos quieren que piensen, o no rezaran al dios que quieren que recen ellos. Si en la religión cristiana teníamos a un Cardenal Torquemada, en la budista estaba el Inquisidor Inoue, un sacerdote supremo, dentro del budismo, el cual llegaba a llevar a los condenados, hasta el peor sufrimiento, tras una sonrisa, que nunca llegó a desdibujar, ni en los juicios, como en los propios castigos. Inoue Masashige, jugo un papel muy importante en Nagasaki y en La Compañía de las Indias Orientales Unidas, en los primeros tiempos de la era del periodo Edo. Es al mismo tiempo, uno de los primeros homosexuales más importantes que hubo en la era del Japón moderno. Pues siempre estuvo vinculado a una relación con Shogun, un dictador militar, que se le escapa a Martin Scorsese, a la hora de confeccionar al propio personaje.


Cristóvão Ferreira fue el primer sacerdote portugués, reconocido por la iglesia que llegaría a apostatar tras recibir múltiples torturas, y ver como su negación a pisar la imagen de Jesucristo, o la Virgen María, haría que los feligreses cristianos fueran asesinados, aunque estos ya hubieran apostatado antes. El Vaticano lo expulsaría de su santa sede, al encontrar en este acto, como un terrible acto de traición hacía la fe católica. De aquí es donde empieza el viaje de los dos sacerdotes, los cuales vestidos de misioneros, se adentraran en unas tierras inhóspitas, ante un mal, que ellos, al ser “ratones” de biblioteca, realmente desconocen.
Sebastião Rodrigues, interpretado por Andrew Garfield (Hasta el último hombre), junto a Francisco Garrpe interpretado por Adam Driver (Star Wars: El despertar de la fuerza) deciden hacer una propia cruzada, para saber toda la verdad, sobre un sacerdote, al que ellos siempre admiraron, y que esta su nombre en entredicho. La interpretación de Andrew es una de las mejores que he podido ver este año, y si entra en la quiniela de los Oscar, no me extrañaría en nada que lo consiguiese, dentro de un film de tres horas de duración, donde sobra por lo menos media hora de metraje.
Como conclusión del film, Scorsese, sabe cómo capturar una imagen, y el film esta hecho a base de eso, de fotografías que nos ira transmitiendo, durante todo su recorrido, además de contar con un viejo conocido suyo, en la confección de la banda sonora. Dentro de un film que tira más hacia el documental que hacia una historia basa en hechos reales. Por eso, si eres de los que estas en medio, ni crees, pero respetas, saldrás como yo, sin pena ni gloria. Dentro de una película que no emociona, pero que deja una clara lección, sobre la conciencia humana. Ahí el director neoyorquino, ha sabido dar en el blanco.

Nota: 7/10.

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