HBO apuesta por «Las Vidas de Fèlix»


Nota de prensa:

HBO acaba de estrenar el documental que socava los cimientos de todo lo que toca, desde el machismo del cine porno hasta el radicalismo vegano pasando por lo más feo del fútbol español: las agresiones a los árbitros.



¿Es eso lo que quiero para mi hijo de tres años? se pregunta Félix en esta serie documental de siete capítulos. Y mientras pasea por cada una de sus siete vidas, como los gatos, nos va sobrecogiendo su honestidad, su desnudez moral ante la càmara, en un ejercicio que incomoda a los cerrados de mente pero encanta a la gente libre. 


La serie no solo se está convirtiendo en objeto de culto entre la juventud, que aprecia su valentía y la modernidad de su narrativa visual, sinó también entre las boomers que encuentran al niño, Riu, quien acaba convirtiéndose en el auténtico protagonista, un encanto de niño. Mientras su padre corre en los sanfermines, vuela a México para entrevistar al hombre con el pene más largo del mundo, busca la fama cantando trap fatal, se declara locamente enamorado de Valeria o «asesina» como venganza a los agresores de árbitros, Riu le mira con condescendència con más ganas de jugar que otra cosa. Transmite tanta verdad, en lenguaje de ficción, que olvidamos que es todo real como la vida misma.


De friki en friki, Fèlix transita de la frivolidad a la transcendencia.  Poco a poco, capítulo a capítulo, va arrastrando al espectador a una conclusión: ser moderno no es tan fácil.


La mezcla de géneros, desde el documental de autor (estilo How to with John Wilson) hasta la ficción policíacaca, con un ritmo trepidante de secuencias y unos giros argumentales que quitan el hipo, ya ha convertido «Las Vidas de Fèlix» en uno de los productos audiovisuales más atractivos del año.


Fèlix no intenta ser imparcial ni ecuánime, solo vomita su verdad de manera salvaje. Se descubre a sí mismo, complejos masculinos incluídos, con una  sinceridad que conmueve. En el fondo, si bien nos fijamos, se mueve con más inocencia aún que su propio hijo.


La brevedad de cada capítulo, apenas 30 minutos, hace irresistible la tentación de verla en una maratón de domingo tarde en sofà y con mantita.

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