Filmin estrena “El cuadro robado”, la fascinante historia real de una obra de arte desaparecida en un expolio nazi


Nota de prensa:

El 28 de noviembre llega a Filmin “El cuadro robado”, una comedia dramática dirigida por el francés Pascal Bonitzer, conocido especialmente por su faceta de guionista en obras de Chantal Akerman ("Golden Eighties"), Jacques Rivette ("La bella mentirosa"), Catherine Breillat ("El último verano") o Raoul Peck ("El joven Karl Marx"). Lideran el elenco Alex Lutz (“Vortex”), Léa Drucker (“Dossier 137”), Louise Chevillotte (“El acontecimiento”), Nora Hamzawi (“Tiempo compartido”) y Arcadi Radeff (“Aquel Verano En París”). La película se estrenó en salas de cine el pasado julio de la mano de Vercine, y ahora llega a Filmin coincidiendo casual y curiosamente con el polémico robo de joyas en el Louvre de París. 



El filme está inspirado en la historia real del descubrimiento a principios de los 2000 de un cuadro de Egon Schiele expoliado por los nazis, en el salón de un joven trabajador en Mulhouse, Francia. El director ficciona la historia a través de André Masson (Alex Lutz), un subastador de la famosa casa Scottie's, que recibe la noticia del hallazgo. Muy escéptico (“hace más de 30 años que no aparece un Schiele”, dice), acude allí y tiene que afrontar los hechos: la obra es auténtica, una obra maestra desaparecida desde 1939, saqueada por los nazis. André ve este descubrimiento como el pináculo de su carrera, pero también es el comienzo de una pelea que podría ponerle en peligro. Afortunadamente, contará con la ayuda de su ex esposa y amiga Bertina (Léa Drucker), y de su caprichosa becaria Aurore (Louise Chevillotte). 


La historia real


Esta asombrosa historia comienza en Mulhouse, Francia: Hace veinte años, un obrero encontró entre los viejos muebles de vivienda un lienzo ennegrecido, cubierto de polvo y carbón. Eran girasoles desolados, y aunque en un principio se dudó de su valor, pronto una foto en blanco y negro reveló que podía tratarse de un auténtico Egon Schiele. El cuadro había estado oculto más de sesenta años, tras el expolio nazi en Estrasburgo y su venta forzada en subastas durante la guerra.


La historia se volvió asombrosa cuando Thomas Seydoux, un experto, reconoció la obra y se confirmó que no se trataba de una falsificación. El cuadro se devolvió finalmente a la familia de Karl Grünwald, el coleccionista judío amigo del pintor al que los nazis se lo arrebataron y él dio por destruido. Los herederos de Grünwald acabaron subastándolo por más de 17 millones de euros, comprado por la firma Eykyn Maclean. Pintado en 1914, “Los girasoles marchitos” estaba impregnado de una atmósfera sombría, reflejo de los presagios de la guerra, y se convirtió en un símbolo de resistencia, memoria y esperanza, La última vez que este cuadro fue expuesto fue durante la retrospectiva que le dedicó la Fundación Louis Vuitton de París hace cinco años.


¿Amor al arte o amor al dinero?


Pocas veces se ha retratado en la ficción de una forma tan veraz el mundo de las subastas de arte. Bonitzer quería asegurarse de que entendía el funcionamiento de este mundo tan hermético: “Antes de este proyecto, apenas conocía el mundo de las subastas. Le encargué a mi colaboradora Iliana Lolic, que hiciera una larga serie de entrevistas con diferentes personalidades del gremio. Entre ellas, Thomas Seydoux, de Christie’s de París, nos contó cómo él mismo había dado con el cuadro perdido de Schiele”.


Bonitzer disecciona el cinismo y la superficialidad de los marchantes, personalidades con un elevado conocimiento y gusto por el arte y la historia, y que sin embargo se mueven por el dinero y la rivalidad. En un tono de comedia, el director consigue reflexionar sobre la dualidad entre los  intereses personales, la búsqueda de justicia para los herederos, la ambición y la envidia, con algo tan delicado como la memoria histórica de una guerra. “Siempre hay algo cínico y desagradable en el mundo del dinero, así son las cosas. Me divertía, cuando se trataba de una obra de arte, que nunca se considerara de otra manera que en términos de cuánto iba a ganar", explica Bonitzer, que consigue reflejar los conflictos éticos y legales que un descubrimiento de este calibre supone.



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